miércoles, 23 de marzo de 2011

Semanticoplastía


- Bue humm.. buenas doctor - el hombre sonríe sintiendo que la inseguridad le hace temblar los dientes.
- Adelante Lopez, tanto tiempo sin verle, en qué puedo ayudarle?
- Estemm.. humm.. venía por la intervención, recuerda? - vuelve a sonreír y se arrepiente a medio camino, mostrando un rictus indeciso en su boca.
Lopez pertenece a esa casta de hombres simplones, impermeables a la ironía, raza débil de aquellos capaces de tragarse una docena de caballos de Troya sin sospechar la tragedia. Es un candidato ideal para la intervención.
- Cierto Lopez! Cómo olvidarme! Jajaja! Venga, tome asiento por acá - lo guía hasta un sillón ergonómico a un lado de la estancia.
- P--p--pero aquí y sin estemmm.. anestesia?? - el pobre infeliz no puede disimular el susto.
- No olvide que soy el mejor en lo que hago hombre. me extraña de usted! - la voz afable del médico derriba la última barrera del tipo.

El doctor levanta el cuero cabelludo de Lopez, corre la pequeña cremallera unos centimetros y expone las hojas inmaculadas dentro del craneo de su paciente. Corre las hojas una a una, leyendo el contenido.
- Qué buena caligrafía Lopez! A ver.. dejeme encontrar su problema... mjm..si, acá está, muy bien.. si.. perrrr---fecto!
Borra cuidadosamente dos frases del Libro de la Vida de Lopez. Luego escribe con su escalpelo entintado:

'Ojos que no ven, corazones que dudan.'

- Mjm, muy bien.. ya casi terminamos amigo, no se ponga tenso... sisi, ya lo creo.. está quedando bárbaro... si, mjm.. - corrije una última línea.

'Todo infiel es culpable hasta que se demuestre lo contrario.'

- Listo Lopez, como nuevo, ya puede irse, la intervención fue un éxito!

Lopez llegó algo aturdido a su casa, entró sin escalas al baño donde se miró al espejo. Se veía realmente bien, nadie sospecharía de la cirugía.
Esperó a que su mujer llegara del paseo con sus amigas y la recibió con un balazo.

sábado, 19 de marzo de 2011

Mil Corazones de Piedra surcando el Cielo


Pude escuchar poco de aquella conversación en el arenero de la plaza:

- Cada atardecer el Sol abre su pecho ardiente, arroja al cielo su corazón de piedra y muere. - sentenció él, con tono grave.
- Entonces la Señora Luna es el corazón del Señor Sol, papá? - insiste su inocencia.
- Si chiquita, y cada madrugada cuando el sereno florece, la Luna se desliza dentro del Sol y late pluc, pluc, pluc, pluc..
- Y así amanece? - preguntó dos veces ella, una con la voz, otra con sus ojitos vivaces.
Calmo, él confirmó con un gesto.
- ¿Papá, y por qué los árboles no sienten miedo? ¿Y por qué dices que el silencio corre desnudo soñando con ser viento?
El hombre sonrió.
- Todo te lo contaré a su debido tiempo,  sin embargo no me pidas que te cuente cuánto te quiero. Tardaría mil corazones de piedra surcando el Cielo.

Me alejé envidiandolos.