Cruzó los dedos detrás de la espalda al verla. Se sentó junto a ella y le ofreció un caramelo.
Ella no sacó las manos de sus bolsillos y ofreció su boca entreabierta a la mano temblorosa de él, que
con cuidado, depositó el cristal de dulce verde sobre la lengua de la muchacha.
Hallaron pedazos de él esparcidos por todo el parque. La decimosexta vez, había sido la vencida.
Hay quienes dicen que la venganza de los débiles, es la más feroz.