Detrás del lago en mi cabeza,
bajo el dorso del silencio en que se hamaca la lengua,
gesta amarilla,
húmida, semilla.
Envuelve con un dedo el cuenco
del latido encabritado,
y lo mesura elegante con aires de piaffe.
Corbículas del tiempo
y el sesgo aproximado,
la reina de pies descalzos espera por mi.