El silencio vierte su jadeo en las esquinas
con sagitas de alféizares.
Lo extenso es aledaño y el horizonte es paisaje.
Se inclina la noche.
Y caer, caer
en el halo buriel que corona sus ojos,
esos ojos con los que abraza.
Y caer también
en el imperceptible diastema que anuncian sus besos.
Algidos limbos cóncavos,
amanecer, desde adentro.
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Mordé, dale, mordé..