martes, 8 de febrero de 2011

Pascale y Cicerone


No pensaba en nada especial cuando sucedió.
Se dió cuenta que no estaba despierto cuando después de levantarse de la mecedora y haber atravesado el maizal se encontró frente a un río que jamás había cruzado el fondo de su propiedad. Miró confundido hacia atrás por encima del hombro, todo seguía en su lugar allí, bajo el mismo cielo que miraba cuando se quedó dormido.
Su pequeña casa, unos cincuenta metros a sus espaldas parecía llamarlo inquieta 'Viejo, ven aquí.. la sombra de la galería está deliciosa..'
- Estúpida casa de mierda.. - masculló y volvió la mirada adelante. El río corría calmo, el río no decía nada, solo seguía allí haciendole compañia, apoyado en el maíz que él mismo había sembrado casi tres meses atrás.
Se inclinó para tocarlo, mojó sus manos y vió aproximarse una figura en el agua detrás de la neblina de media estación. El hombre (al menos eso parecía) remaba serenamente, sobrando la fuerza de la correntada.
- Te hiciste esperar Pascale. - dijo el hombre del bote al llegar a la orilla - Tienes mis dos monedas?
- Qué cosa.. eres? - preguntó asustado el viejo.
- Soy Cicerone, tu guía. - respondió la figura, levantandose el ala del maltrecho sombrero y mostrando una especie de máscara dorada que cubría todo allí donde debería haber piel en su rostro. Una visión horrenda. Sonrió y mostró no menos de tres docenas de dientes. - Tienes mis dos monedas?
- Pero.. no llevo dinero conmigo..
- Busca en tus manos, Pascale.
Se miró las manos, preguntándose cómo aquel ser brutal habría averiguado su nombre, y verdaderamente en cada una de sus palmas encontró una moneda de oro. Se las extendió a Cicerone que lo invitó a subir al bote con un gesto.
- Rema viejo Pascale, en aquella dirección - le dijo la figura, señalando. Luego posó cuidadosamente ámbas monedas en su máscara, las dejó allí hasta que se derritieron confundiendose en lo dorado. El sabor del humo que despedían las monedas al fundirse asqueó al viejo.
Remó sin chistar con los ojos cerrados, la bruma sostenida por el río lo confundía haciendole ver cosas que no estaban allí.. 'Qué hago aquí? Oh Pascale, viejo tonto..' pensó. Soltó los remos y desafió con la mirada al enorme tipo de la máscara.
- Crées que ya hemos llegado, ah? - preguntó Cicerone.
- No, pienso que te he dado dos monedas de oro y me has hecho remar. También pienso que debería haberme quedado sentado en mi mecedora bajo la sombra de la galería! - dijo dando gritos.
- No entiendes, verdad Pascale? Jamás saliste de tu mecedora.
El viejo lo miró incrédulo, sin atreverse a pensar en lo que había escuchado.
- Baja de mi bote, tus padres te esperan en la otra orilla.

6 comentarios:

  1. Caronte? El barquero del inframundo?? Pobre viejo, quien sabe en que parte del inframundo quedó, fue a los campos elíseos o al tártaro? =P
    Muy buen relato, estás escribiendo muy bien, cada vez mejor!
    saludetes!!

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  2. No sabés lo que me costó postear esto! Lo hice desde mi cel porque no podía entrar a mi escritorio.. y si, algo del barquero tiene Cicerone :)
    Gracias Mar, un besote!

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  3. que lindo amor! me hace acordar a mi abuela, antes de morir soñó que Jesús la llamaba del otro lado de la orilla del río :)

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  4. Me gustó, parece escrito por un escritor super pro!

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  5. Jajaaaaaa! Ese soy yo Desencantada! :P

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Mordé, dale, mordé..