Estoy sentado en la entrada del consultorio de Macarena,
hoy es mi última sesión de terapia por tiempo sin determinar, ella
finalmente empieza su licencia por embarazo.
Hace unas semanas vos
y yo nos separamos, aunque para ser exáctos no fue una separación, fue
una ruptura y ámbos sabemos también que fue mi culpa. Y ahora estoy ya
en la sala de espera, escribiendo esto dentro de mi cabeza, las manos
quietas sobre las rodillas, los ojos entrecerrados y el respiro amplio
que me ajusta el pecho, conteniendo una tos que si se desata no se
detendrá jamás.
- Disculpame la demora, ahora sí entrá al consultorio. Contame, cómo has estado?
Por
fin abro los ojos y dejo que salga toda la oscuridad desde adentro, y
siento que mis brazos son de polietileno y las tripas hierven y
centrifugan las emociones que se desatan y pierden compostura. Náuseas.
Una bocanada de herrumbre se me escapa en el llanto y me abandono allí,
entre los almohadones.
Estoy roto.
Suelto los bordes de la herida que se derrama y jaspea la habitación.
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Mordé, dale, mordé..