martes, 1 de febrero de 2011

Juan Sin Ojos

Y aquella tarde nos acercamos al viejo.
Estaba sentado en la plaza como cada tarde, en la esquina de Salmode y Villalúdica, plácido bajo la sombra escueta de los lapachos.
Lo rodeamos, en silencio. Pareció no inmutarse.
Vestía un raído abrigo de pana, y por encima de los gruesos cristales de sus gafas, un sombrero Fedora de dudoso color grís.
Sacó las nudosas manos de sus bolsillos, se inclinó y apoyó los codos sobre las rodillas. Me senté frente a él, pude sentir el perfume del viejo.
Vainillas, quizá.
Comenzó a hablar, probablemente fue la sorpresa lo que nos hizo perder las primeras palabras que dijo. Intentaré ser enérgico con mi memoria, esto es lo que recuerdo haber escuchado (quizá con el tiempo he añadido algunos parches de imaginación):

"Hace algunos tantos muchos años conocí un niño, no mayor que ustedes je je je.. gustaba él de leer toda palabra que cruzara ante sus ojos.
- Y cómo se llamaba? - preguntó Payute, el enano de la pandilla. El viejo siguió contando sin advertir la pregunta.
Aquel crío tenía hambre de saber, lo consumía el murmullo de la ansiedad.
Un día, quién sabe de cuántos años atrás.. decidió poner fin a su búsque..
- Pero cómo se llam..? - quiso insistir El Cupi, matón del grupo, pero el viejo le ganó el envite secamente.
- Se llamaba Juan Sin Ojos - dijo.
- Ohhhhhh! - la reacción generalizada fue de infinito asombro. Ninguno de los siete volvió a interrumpir el relato.
En su cumpleaños pidió a sus padres un pastel con mil velas encendidas, una por cada deseo que quería cumplir. Su madre, muy elegante en la persuasión, le quiso hacer entender que correspondía una vela por cada año cumplido. Apenas necesitaría soplar ocho.
Sin embargo je je je, prevaleció la voluntad de Juan, el día de su cumpleaños en su pastel se podían contar ciento diecisiete velas.
- Ooooohhhhhh! - repetimos a coro.
Sopló una a una las velas, y en cada deseo pidió ver en sueños todo aquello que quería saber. Sobre la historia del mundo, sobre ciencias exáctas y ciencias del alma, sobre los tiempos por venir y más allá también.
Aquella noche, Juan fue a dormir ávido por última vez en su vida, en la noche vió el Universo.
Con el transcurso de los años, el muchacho no necesitó abrir los ojos al despertar, dejó de leer y pasado un tiempo se alimentó solamente con hojas de los árboles. Se marchó de su casa, sin rumbo fijo, incapaz de perderse pues conocía todo camino.
Hay quien dice que mientras su rostro se llenó de arrugas, sus ojos se borraron poco a poco hasta desaparecer.. ya no los necesitaba je je je, en su deseo lo había visto todo."

Después el viejo se irguió de su asiento y se quitó las gafas. Todos quedaron atónitos en un principio, luego salieron corriendo despavoridos y dando gritos.
Me tendió su mano y dijo:
- Soy Juan, mucho gusto.
- También me llamo Juan - le respondí, después pregunté - qué viste aquella noche?
Y me contó.
Desde aquel día poco a poco mis orejas han ido desapareciendo.





8 comentarios:

  1. :O

    ¡Excelente! Muy oscuro. Me encantó.

    Un beso,

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  2. Muchas gracias! Me gusta que te guste :)

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  3. La mordí y me gustó... ¡escribes tremendo!
    Tambien viste la eclipse, yo digo que no son coincidencias...es un andar con propósitos, gracias por pasar.
    Saludos.

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  4. Me gustaría comentarte algo más largo, pero temo ser Juana sin manos.
    Me gustó, Don Jared.

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  5. CLAP CLAP CLAP!

    De pie la gente ovaciona, una vez mas, el relato de Jared.

    Abrazo genio

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  6. Lucia, tucucabrona Jajaja!

    NIQS me honra usted, muchas gracias!

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Mordé, dale, mordé..